A menudo los artistas marciales discutimos sobre asuntos que poco o nada tienen que ver con la práctica. Cuestiones externas que, sin embargo, afectan directamente al desarrollo de las artes marciales. Existen una serie de problemas que sobrevuelan y a los que permanentemente buscamos solución, sin encontrarla. ¿Te apetece hacer un repaso de algunos de esos problemas?
1.El ego de los Maestros
2. Los objetivos de las organizaciones
3. El deporte y la competición
4. La intransigencia de los “tradicionalistas”
Estos 5 problemas están identificados, todos los conocemos, pero… ¿cómo podemos solucionarlos? No lo sé, y no parece tarea fácil. Lo que sí sé es cómo trato de encararlos yo, y seguramente este planteamiento sirva también para los demás. Creo que en estos momentos la solución está en ser íntegro. En que cada maestro, cada practicante, sea honesto consigo mismo y dedique sus esfuerzos a la práctica, de la manera que él la entienda y en el contexto en el que se encuentre más cómodo, respetando a los demás y trabajando para crecer como artista marcial. Así (con sus defectos, que todos los tenemos) podrá de alguna manera convertirse en modelo, en referencia para otros. Y esperemos que cunda el ejemplo…
1.El ego de los Maestros
Sí, sí. Y espero que nadie se lo tome a mal. Pero muchas veces los conflictos dentro de las artes marciales tienen un origen concreto: el ego de los maestros. Las críticas de practicantes de un sistema hacia otro, por ejemplo, casi nunca se basan realmente en principios físicos, técnicos o estratégicos, sino en la prepotencia de considerarse superiores a los demás. ¡Y es una pena! Todos tenemos cosas que aprender, y de todo el mundo se aprende. Pero para eso, para aprender de todos, hay que bajarse del pedestal, quitarse el traje de maestro, y ponerse el cinturón blanco de alumno. Y eso, amigo mío, es muy difícil para algunos. Especialmente si tu traje y tu pedestal son lo único que tienes. La humildad debe ser uno de los motores de las artes marciales, porque nos permite ser conscientes de nuestros defectos para poder corregirlos.
¿Estás sonriendo? Ya sé que este tema está muy manido, pero ¿son necesarias las asociaciones y federaciones? Yo creo que sí. ¿Cumplen verdaderamente su cometido? Eso… ya es otra cuestión. La regulación en las artes marciales, hoy en día, es conveniente. Vivimos en un mundo administrativo en el que las formas, los certificados, los documentos identificativos y las acreditaciones son el pan de cada día. Y son necesarias entidades que permitan a los artistas marciales convivir con esta burocracia. ¿Cuál es el problema entonces con las organizaciones marciales? ¡Que confunden claramente sus objetivos! Las asociaciones y federaciones deberían trabajar para ayudar sus afiliados, pero en realidad lo que hacen es servirse del trabajo de éstos en beneficio de la propia organización. ¡Es el mundo al revés! Eso sin mencionar que, en ocasiones, el esfuerzo en el tatami se sustituye por la habilidad en los despachos. Y este es, seguramente, uno de los mayores lunares de las organizaciones marciales.
¿Es un problema la competición? Pues sí. Pero no me malinterpretes: no tendrían porqué serlo. En mi opinión, las artes marciales (incluso las más tradicionales) no tienen porqué estar reñidas con los campeonatos. Eso sí, siempre y cuando éstos no sean el objetivo principal, sino una excusa para reunirse y compartir experiencias. Lamentablemente, el deportes trata de ganar y perder, y es muy difícil conciliar ésto con los valores de las artes marciales. Al final, la experiencia nos dice que los valores a veces quedan a un lado si estorban para alzarse con el premio. Además la especialización deportiva, aunque puede hacer aportaciones interesantes, tiende a empobrecer un arte marcial, porque irremediablemente establece unos límites y una estandarización. Respeto absolutamente a técnicos y deportistas, y les reconozco el gran mérito que tienen. Pero, para las artes marciales, la competición está demostrando ser un problema aún no resuelto.
Nos vamos al extremos contrario: los defensores a ultranza de la tradición. Está bien, es muy importante conservar el conocimiento y la práctica de los que nos han precedido, para que no se pierda. Y alguien tiene que hacerlo, pero… ¿cómo llegaron los maestros a desarrollar ese conocimiento? El Karate, por ejemplo, se basa en la interpretación okinawense de las artes chinas y su posterior desarrollo en japón. El hapkido se basa en el jujutsu japonés, pero tamizado por el particular espíritu del pueblo coreano. Las escuelas antiguas de kenjutsu, algunas con cientos de años, han ido incorporando nuevas técnicas y formas de otras escuelas durante todo este tiempo. ¡Nada es puro!¡Las artes marciales han estado siempre en constante evolución! No tiene sentido, por tanto, tratar de frenarlas. Conservar la tradición es importante. Hay que hacerlo. Pero, por otro lado, también hay que seguir progresando. Dejemos que cada uno escoja el camino que quiere tomar.
5. El misticismo y la estafa
Estafa es una palabra muy dura. Lo sé perfectamente. La he escogido a propósito. En esto, me voy a permitir ser bastante inflexible. Aprovechando el misticismo que ha rodeado siempre a la cultura oriental y a las artes marciales en particular, cada vez proliferan más los estafadores. Esos gurús que dominan las energías, que conocen las técnicas secretas, que realizan proezas inimaginables con el poder de su mente o con un leve gesto de sus manos. ¡Todo mentira! Es una imagen de las artes marciales que les hace mucho daño. Los artistas marciales serios, los de verdad, los que saben que el trabajo, el sudor y el esfuerzo son el único camino, no podemos permitir esto (¿ves como las organizaciones sí son necesarias?). Quizás haya una tendencia natural a que estos estafadores terminen por desaparecer pero, de momento, son un problema que perjudica a las artes marciales.
Estos 5 problemas están identificados, todos los conocemos, pero… ¿cómo podemos solucionarlos? No lo sé, y no parece tarea fácil. Lo que sí sé es cómo trato de encararlos yo, y seguramente este planteamiento sirva también para los demás. Creo que en estos momentos la solución está en ser íntegro. En que cada maestro, cada practicante, sea honesto consigo mismo y dedique sus esfuerzos a la práctica, de la manera que él la entienda y en el contexto en el que se encuentre más cómodo, respetando a los demás y trabajando para crecer como artista marcial. Así (con sus defectos, que todos los tenemos) podrá de alguna manera convertirse en modelo, en referencia para otros. Y esperemos que cunda el ejemplo…
Juan Antonio García Ruiz
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