Ahora
que veo las caras que a veces ponen los compañeros cinturones
blancos, sobretodo aquellos que acaban de empezar, me viene a la
cabeza la experiencia que supuso para mí y cómo logré
superarlo.
En los tiempos en los que yo lucía mi cinturón blanco no era como ahora, no llegabas a una academia repleta de cinturones morados, marrones, incluso negros. Eran tiempos de cinturones blancos resabiados, queriendo marcar distancia y sentirse menos novatos y azules territoriales, de esos que están deseando marcarte como su nuevo juguete.
En los tiempos en los que yo lucía mi cinturón blanco no era como ahora, no llegabas a una academia repleta de cinturones morados, marrones, incluso negros. Eran tiempos de cinturones blancos resabiados, queriendo marcar distancia y sentirse menos novatos y azules territoriales, de esos que están deseando marcarte como su nuevo juguete.
Tengo que decir que yo ya era un practicante de otros estilos y quizás aquella experiencia previa en otros campos me preparó un poco para lo que habría de venir.
La parte técnica de la clase comienza, aquello parece el juego de un pie en el rojo y una mano en el azul, me siento torpe, recuerdo que no se bailar, que desistí de aprender a tocar la batería y que cuando hago una tortilla acabo comiendo revuelto y pienso, qué narices hago yo ahí descoyuntándome la pelvis intentando localizar mi mano izquierda y preguntándome por qué me duele el hombro si teóricamente estoy ganando yo… Le sumo la cantidad de términos que estoy oyendo por primera vez, fuga la cadera, encaja mejor, no olvides el gancho.. Que no olvide qué?? ¡Si lucho por recordar el siguiente paso de esta tortura!
A todo esto tienes la sensación de estar siendo odiado por tu compañero de entreno, le estás retrasando en su progreso y te mira con esa cara, a veces de condescendencia, otras de hastío, las más de estar intentando explicarle algo a un retrasado mental. Casi le puedes oír pensar..¿En serio…? ¿Cómo se puede ser tan torpe…? ¡Míralo pobre, va a durar dos días…!
Por fin acaba esa parte de la tortura y como ya llevas varios días sabes que el trabajo que has hecho hoy no te va a servir para mañana por que el maquiavélico profesor está compinchado con los demás para hacer técnicas diferentes cada día y así conseguir que no aprendas nunca.
Estás pensando esto, cuando te pones blanco, más que tu kimono recién comprado, recuerdas que ahora vienen los combates y bajas la mirada al tatami para pasar desapercibido mientras das pasos laterales para colocarte al lado del otro manopataplégico que ha empezado cuando tú…pero no, el malvado profesor te empareja con el cinturón blanco cuatro grados, lo de blanco es un decir por que tiene más mierda encima que el palo de un gallinero, señal de su experiencia y su pronto pase al siguiente nivel de torturador.
Le miras y notas esa chispa de maldad, esa mueca de placer por adelantado, empiezas a imaginar que no es suciedad lo del cinturón, son manchas de sangre de incautos como tú, no son grados, son marcas de otros como tú a los que ha enviado al hospital y pones tu mejor cara, la de quiero ser tu amigo con la esperanza de despertar compasión en él. Le saludas y empiezas a pelear, a pelear…eufemismo para describir lo que haces, eres un pez dando saltos fuera del agua, una flamenca moviendo los brazos, un asmático, anémico que lucha por respirar, no han pasado ni dos minutos y ya estás asfixiado, harto de tocar las palmas y has usado todas tus bazas de fuerza, resistencia numantina, tortuga y demás animales con caparazón y la mejor, la de hacerle repetir al otro su última finalización mientras lo miras con cara de admiración y asientes como si lo entendieras.
Te duele todo y aún quedan más combates, sabes que pasará rápido. Te duele todo y no sabes por qué, quieres más. Estás enganchado y no sabes por qué. Al cabo del tiempo, tu cinturón está sucio, eres tú el que ayudas a los nuevos y cuando peleas con ellos eres compasivo y te das cuenta que contigo quizás también lo fueron, o no, pero te gustó.
En poco tiempo tienes una revelación y empiezas a entender qué sucede a tu alrededor, empiezas primero a ver venir las finalizaciones, a defenderlas, a casi evitarlas y te enganchas más y empiezas a marcarte el objetivo de cada día aguantar un poco más y poco a poco acercarte a los demás.
Eres un masoca, un cabezón y quieres ser como ellos, como los azules, como los morados, como los marrones, como los negros, como los competidores, como los campeones, siempre alguien te hará recordar lo que sentías cuando eras blanco, por que en realidad nunca lo dejarás de ser.
El blanco es la ausencia de color, la nada, la posibilidad de todos los demás colores y de cualquier cosa que te imagines. El cinturón más bonito de todos. El que dice que estás loco por que quieres más de eso que tanto duele y que no entiendes.
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